Francisco de Quevedo era uno de los poetas que más le gustaban a mi abuelo Antonio, quien me introdujo en la lectura de la mejor poesía castellana desde mi infancia. Le encantaba el tono jocoso y humorístico del poeta, al igual que admiraba los textos en los que éste reflexionaba sobre la fugacidad de la vida, la soledad y la muerte. Cuando estaba enfadado con el mundo siempre solía recitar este soneto.
«¡Ah de la vida!»… ¿Nadie me responde? ¡Que sin poder saber cómo ni a dónde Ayer se fue; mañana no ha llegado; En el hoy y mañana y ayer, junto |
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